Historia de un calcetín desparejado por Eduardo González Constán (with a complete translation)

Read A complete translation here: The Story of the Unpaired Sock

Jamás se le pasaría por su pequeña cabeza de lana a aquel viejo calcetín que cuando saliese de la lavadora su vida cambiaría para siempre. Hasta ese instante los días habían transcurrido tranquila y plácidamente junto a su pareja, unos gastados zapatos con los que tenía gran amistad tras largas caminatas juntos, y periódicas sesiones de lavado, secado y planchado. Si algo no le gustaba era el momento del centrifugado, le producía un horrible dolor de cabeza, y más aún si habían seleccionado un programa de lavado con agua caliente: tanto giro y tanto calor encogían su esqueleto de lana. Y es que el tiempo no pasa en balde incluso para nuestro calcetín.

Sin embargo a partir del momento en que se abrió la puerta de la lavadora ése pasó a ser el menor de sus problemas.

“¿Estás sólo? No veo a tu pareja”..le dijo un pantalón tejano mientras esperaban en la palangana su turno en el tendedero.

Debe estar debajo de esos calzoncillos desteñidos.” , contestó el calcetín.

Debajo de mí tan solo hay un trapo de cocina”, respondió la prenda interior.

Y así fue como una expresión de preocupación nubló la cara del calcetín por primera vez desde que fue adquirido en un centro comercial una tarde de rebajas.

Cualquier prenda de vestir conocía esa vieja leyenda sobre compañeros desaparecidos en el tambor de la lavadora, y es que tanto giro puede ser capaz de desintegrar la esencia de todo tipo de ropa hasta engullirla como si de un agujero negro se tratara.

La preocupación dio paso al pánico cuando, ya colgado con los talones mirando al suelo en el tendedero y goteando agua y sudor, pudo comprobar que su pareja había desaparecido de la faz de la tierra.

“No es por desanimarte, pero un calcetín desparejado no tiene futuro”, le dijo una camisa tiesa y engreída que también colgaba de la cuerda.

“Peor que éso..” , añadió un pálido sujetador que se creía a salvo de todo, “…en cuanto se den cuenta de que no sois un par…te tirarán a la basura. Porque, ¿quién va a querer emparejarse con un calcetín granate como tú?. Los de ejecutivo te mirarían por encima del tobillo, y los deportivos se reirían de tu composición 100% algodón”.

El resto de las prendas que colgaban mirando al suelo asintieron, unas con tristeza y otras con alivio ante la posibilidad de librarse de un “impar”.

Así fue como al día siguente, una vez ya secos, se llevaron a nuestro calcetín a un destino totalmente incierto. Los pantalones, bragas, calzoncillos y camisas le lanzaron una última mirada, e incluso hubo una camiseta talla 4 que derramó una lágrima inocente por su marcha.

Fueron pasando las semanas, y poco a poco ese desagradable episodio se borró de la memoria de las prendas de vestir. Así llegó el día en que una vez más se encontraban todas amontonadas en la mesa del comedor esperando esa desagradable sesión llamada planchado. Los pantalones tejanos protestaban por el empeño de la señora plancha en quitarles las arrugas, que para ellos eran como su marca por las experiencias vividas. En esas disquisiciones estaban pantalones y camisas cuando desde lo alto de una estantería alguien llamó su atención:

“¡Psss! ¡Chicos! ¿No os acordais de mí?”.

Ante ellos apareció una marioneta con cara de cartón perfectamente pintada, pelo de hilo de lana, pajarita en el cuello y botones en la solapa.

“¿De verad que no me conocéis? soy yo, el viejo calcetín al que hace ya tiempo se llevaron. No me tiraron a la basura, al contrario, a base de cartón, botones, lana, cola y mucha imaginación me han transformado en lo que ahora soy: una marioneta que hace la delicia de los niños”.

El resto de prendas de vestir no salía de su asombro. “¿Una simple marioneta?” Preguntó con desdén un calcetín ejecutivo… “Pues poco me parece que has ganado.”

“Al contrario,” dijo nuestro calcetín, “..he ganado una nueva vida, he visto nuevos horizontes, antes olía a pies, ahora huelo el ambientador del salón, antes unicamente escuchaba el taconeo incansable de los zapatos, ahora oigo la risa de los niños, antes me dejaba llevar, ahora sueño con qué historias he de contar”.

“¿Entonces nuestro destino no es el que nosotros pensábamos?”, preguntó una corbata de alegres colores.

“Por supuesto que no, no seais tan necios de empeñaros en seguir un camino que quizás no es el que os corresponde, utilizad las alas que teneis y dejaros llevar, y al igual que imagino yo cuentos e historias imaginad vosotros la vuestra”, contestó el calcetín.

Historia

El emotivo discurso del viejo calcetín quedó grabado en la memoria del montón de ropa, y tras un largo silencio la corbata de alegres colores se atrevió a hablar: “¿Y si tuviese razón?”. Esta pregunta permaneció flotando en el aire, y poco a poco llegó a formar parte de la lana, algodón o lycra que componían las prendas.

No se si fue ésa la causa, pero el caso es que a partir de ese instante empezaron a suceder cosas extraordinarias en el armario ropero de la casa. Como que la corbata ya raída se pudiese transformar en un cubilete para guardar lápices de colores, o que una camiseta azul sin mangas se convirtiese en una bonita bolsa de la compra, o que una camisa de cuadros amarillos sirviese para forrar un enorme libro de cuentos. El mismo libro de cuentos que noche tras noche nuestra flamante marioneta abría para contar una historia, mientras tres niñas y un niño con los ojos brillantes como soles y muy pocas ganas de dormir escuchaban atentos y emocionados.

Historia

FIN

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Historia Story

Eduardo González Constán:

“Me considero una persona increíblemente curiosa, con muchas ganas de aprender y seguir aprendiendo . Este relato es consecuencia de una de esas épocas de curiosidad por la escritura . Antes hubo otras, y después vinieron otras: hacer pan, aprender a dibujar, fabricar cerveza… Pero lo bueno de las historias y relatos es que perduran, el pan y la cerveza no.”

Create Cultural Memories through Literature and Art

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